Recopilaciones de Arturo Goicochea y su libro Sapiens: ma non troppo
¿Por qué algo duele? ¿Por qué algo duele si me dicen que no tengo nada? ¿Por qué un dolor no se nos va en el tiempo que debería?
El dolor es algo muy complejo que ha sido muy estudiado en años recientes. Hay estudios que confirman que si un paciente con dolor, sobretodo crónico o sin explicación médica, entiende qué le está pasando, le ayuda a disminuir el dolor.
Yo puedo tener dolor con lesión, dolor sin lesión o lesión sin dolor. Por ejemplo, puedo doblarme un tobillo y poder seguir jugando un partido de futbol. Puedo tener un cáncer y nunca haber manifestado síntomas. Y también puedo tener un dolor y que todos los exámenes médicos me salgan bien.
Nosotros no tenemos una vía específica de dolor en nuestro sistema nervioso, sino que tenemos sensores de amenaza y es el cerebro el que decide si es peligroso o no y si produce o no dolor, basado en nuestras experiencias, estados de ánimo, creencias, memorias.
Estos sensores se llaman nociceptores que son neuronas sensitivas que responden a estímulos (amenaza potencial) mecánicos, térmicos y químicos. Cuando se activan estos sensores, se manda señales eléctricas por la médula espinal y al cerebro. El cerebro evalúa la importancia de estas señales y decide si el cuerpo necesita protección o no, aumentando el dolor.
El sistema neuroinmune (nervioso + inmune) se encarga del gobierno de nuestro organismo. No sólo del organismo real, si no que, además construye el virtual (nuestros pensamientos, creencias,etc). Se anticipa a posibles acontecimientos, los imagina y actúa. Y como el gobierno, ¡deja mucho que desear! Comete muchos errores y obedece a intereses ocultos.
Piense que el sistema neuroinmune es como los papás sobre protectores. Ellos pasan la mayoría del tiempo advirtiendo a su hij@ de posibles peligros para que no se haga daño. A veces con razón, otras veces sin ella. Igual hace nuestro sistema, pasa enviando todo el tiempo señales al cerebro de amenazas.
El dolor expresa una evaluación de amenaza a la integridad de los tejidos: consumada, inminente o imaginada. Los síntomas no los produce la enfermedad o lesión, si no la respuesta de alerta-protección del sistema neuroinmune. Esa respuesta no necesita la enfermedad o lesión consumada. Basta con que el sistema opere sobre esa hipótesis, aunque sea errónea. Por eso es que yo sí puedo tener síntomas o dolor y no tener ninguna lesión o enfermedad.
Los síntomas son SIEMPRE reales, pero no expresan necesariamente hechos reales. Lo curioso es que a veces nuestro cerebro nos sobreprotege y evalúa algo como peligroso cuando no lo es.
El dolor es un contenido de la conciencia, como el hambre o la sed. Es el cerebro intentado que uno tenga una conducta en concreto: “necesito glucosa” entonces proyecta hambre, “necesito hidratación” entonces proyecta sed, “necesito proteger esta zona” entonces proyecta dolor.
“Podemos imaginar el dolor, como podemos imaginar el color verde o el olor de una comida en concreto. Se activan las mismas áreas que lo generan sin quererlo, pero con menos intensidad.”
Sentir dolor al moverse no siempre indica que hay un problema músculo esquelético, si no que el sistema neuroinmune evalúa una amenaza en esa acción, a veces con razón y otras sin ella.
El hecho de que el cerebro reciba y acepte las señales de peligro sin haber síntomas se debe a que el cuerpo y sus nervios, por diferentes motivos, quedaron hipersensibles. El primer paso para volver a la sensibilidad normal es entender qué está pasando. Espero que leyendo hasta acá les haya quedado un poco más claro. Este es un tema complejo que vamos a intentar ir explicando cada vez más.
Autora: Adriana Chaverri Rodríguez